Escribo esta reseña extrañando más de la cuenta a mi padre. Porque es mes de enero y porque este año, si el cáncer no me lo hubiera arrebatado, cumpliría 69 años. Escribo esta reseña de Aftersun (2022) después de llorarla en muchos momentos: principalmente en aquellos donde padre e hija conectan para acariciarse la vida.
Para los que tuvimos la fortuna de tener papás amorosos, la película funciona como bisagra memorial a las últimas vacaciones. En mi caso, estas fueron en Córdoba. Además de nosotros, iban mis hermanos pequeños y mi hermana. Fueron muy melancólicas y me hicieron recordar los días soleados de Aftersun(2022). Además, papá estaba triste porque se estaba separando de la mamá de los niños. Sin embargo, así como para Calum (Paul Mescal) y Sophie(Frankie Corio), esto no nos fue impedimento para estar todos contentos en una alberca durante el día para terminar comiendo una rica pasta que mi hermana preparó y que acompañamos con un vino que elegí y nos gustó a nosotros los mayores: porque obviamente los niños comieron sus respectivas quesadillas y juguitos.
Ya a estas alturas casi todo el mundo cinéfilo sabe de qué va Aftersun. (2022), la historia está más que conocida por todos. Sobre todo, porque se volvió viral dos veces en Twitter. La primera por una gran aceptación y después, por todo lo contrario. No entraré en esos detalles sobre la maleabilidad de las redes.
Aftersun (2022), la ópera prima de Charlotte Wells, es el recuerdo más memorable —y al parecer el último— de una hija sobre su padre. Unas vacaciones en Turquía, donde padre e hija se hospedan en un resort. Unas agradables vacaciones que, por momentos, revelarán lo que parece ser un fatal destino para el primero. Unos cuantos simbolismos lo sugieren.
En Aftersun (2022) no parece suceder gran cosa. De hecho, cuando la comenté con un par de amigas, me dijeron que les pareció un poco desesperante porque nada pasaba. Y es que sí. En realidad, es una película en la que pasan pocos conflictos. Estos más bien se sustentan en el progresivo silencio que de a poco se va tejiendo junto a los momentos íntimos de los protagonistas. Es evidente el vínculo tierno y poderoso entre padre e hija. Cuando juegan carreritas, cuando le intenta enseñar a zafarse de una llave, cuando se echan bloqueador y barro en la espalda. Un vínculo que parece sólo suceder entre padres e hijas —el primer gran amor de una mujer es su papá dicen por ahí—porque me hizo recordar al mío pelándole camarones a mi hermana sólo para que ella chupara la pura pulpa y ella se los regresara, todos sin forma, a su mano.
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Sabemos que algo pasa con Calum(Paul Mescal) pero hay que estar muy atento a los detalles. Son pocos, pero contundentes como cuando espeta cosas: por ejemplo, cuando dice no creer llegar a los 40, pues ya fue una especie de suplicio llegar a los 30.
Vemos pues, a un hombre en silenciosa crisis criando a su hija. Intentando encontrar sentido en cosas a las que la gente acude cuando hay conflictos emocionales duros, como el hacer taichí, o comprar un tapete en el que seguro usará alguna de las técnicas que vienen en los libros sobre meditación que ha traído al viaje. Sabemos de su poca estabilidad económica porque ha cerrado el café que tenía y porque está en planes de hacer otra cosa —que no ha aterrizado muy bien— con quien, al nombrarla, parece su actual pareja. Pero se concluye por un aspecto más demoledor: no puede pagar el All Inclusive en el resort; además su hija lo hiere diciéndole que mejor no se ofrezca a pagar cosas para las que no le alcanzan.
Sólo lo vemos entrar en molestia cuando su hija lo enfoca con la videocámara. Cuando le pregunta qué estaba haciendo cuando él cumplió 11 años, la edad que ella tiene en ese momento. Basta nombrar el doloroso pasado para que salga de su silencioso andar y regalarnos uno de los momentos más potentes de la película. Hay algo ahí que no se ha ido, y que al parecer será el germen de lo que poco a poco se extenderá para ahogar la vida de Calum: aunque en una de las noches vacacionales se asomará, no terminará por suceder.
Lo que me gusta de Aftersun(2022), además del soundtrack noventero —ya ni me acordaba de La Macarena— es que logra crear una atmósfera adecuada sobre lo que es estar en un hotel de estos: los amigos y romances efímeros que se hacen, las noches de cena y karaoke, los toboganes, el niño que siempre hace berrinche, entre otras más. También me gusta que hace repensar un poco los colores de la depresión. Siempre se asocia la depresión con los días lluviosos, pero en Aftersun casi siempre está brilloso como Calum triste.
Y es que no hay memoria sin melancolía y que se vea cada tanto creo también tiene que ver con el recurso, que magistralmente Wells, hace de la videocámara: la película comienza con ese recurso al igual donde casi la termina: en la despedida del aeropuerto, con una Sophie juguetona y un padre diciéndole quizás el último te amo al que regresará cada tanto al ver en la cinta. Ella contemplando la grabación en la sala es el vivo recuerdo del meme de un gato jugueton que de pronto ya no tiene más a su gata compañera titulado: lo que siempre nos mata es la memoria.
Yo creo que el éxito de Aftersun reside en que tenemos pocas producciones artísticas y cinematográficas para pensar la ternura paterna. Pocas películas en las que se ve a un hombre llorar después de serle recordada, una de sus más grandes heridas: justo después de que su hija le organiza unas improvisadas mañanitas grupales. En las que un padre, a pesar de su silenciosa depresión, no se aísla ni se sumerge en sí mismo, ni evita haciendo cosas de adultos: por el contrario, bromea y siempre nos demuestra que tiene una bella intimidad con su hija. Una envidiable conexión real que se revela en momentos como cuando se cuidan la carita mutuamente o cuando él la actualiza sobre sus relaciones personales.
En un mundo como el nuestro, en el que padre casi siempre es sinónimo de rudeza, ausencia y abandono, en un mundo carente de ternura masculina y parental, que Aftersun exista hace repensar que otros modelos de paternidad son posibles. Una donde se privilegia el cariño a la familia formada antes que al propio ego y territorialidad a la que muchos hombres siempre juegan cuando se separan. ¿Por qué le dices te amo si ya no están juntos? le pregunta Sophie a su padre. Porque es tu mamá y al ser tu mamá, es familia, responde asertivamente Calum.
Mientras tanto yo escribo este último párrafo con el dolor de la pérdida atravesado, pensando en todos esos bellos e íntimos detalles de Aftersun que me hicieron recordar a nuestros padres grabándonos o tomándonos fotos en nuestros momentos más familiares. En esas salidas domingueras, después de la separación, donde mis hermanas y yo sólo íbamos con él.
Abrazo el recuerdo de mi padre como cuando Sophie intenta abrazar al suyo en esa oscuridad intermitente a la que él termina por entregarse. Una oscuridad gélida como la que sentí en el cementerio para volver a recorrer una vez más el último camino que recorrí con el mío: justo en el lugar en el que sentí aquel dolor de ver caer su féretro hacia la tierra, mientras sonaban los mismos mariachis que meses antes habían tocado en uno de los días más felices de su vida cuando se casó.
Juan Eduardo Mateos Flores (1991) es narrador. Reguero de Cadáveres (2021) es su primer libro. Su proyecto Aquí perreaba tu mamá, aquí conoció a tu papá: crónicas de reggaetón jarocho, mereció el Programa de Estímulos a la Creación y el Desarrollo Artístico (PECDA 2022). Actualmente se gana la vida recomendando libros para Mar Adentro y escribiendo reseñas sobre cine para el CIBEF.
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