El cine, y en este caso, la cinematografía latinoamericana, es un tema igual de vasto y
variado como los ecosistemas de nuestro continente; como ir de la selva amazónica al
desierto de Sonora. No es un sinsentido que existan múltiples cursos, maestrías, tesis y
demás estudio enfocados a estos temas.
En este cine se representa un mundo que además de vasto es complejo por todas las capas
sociales y contextuales que se presentan en esta variedad de regiones.
Sería imposible -por no decir fútil- hablar de un único cine o referencia absoluta en
cinematografía latinoamericana, aunque como punto de partida quizá podamos hablar de
Cuba; ya que así como Europa tiene el cine ruso, Latinoamérica tiene el cine cubano. Esto en el tema de la cinefotografía nos invita a pensar justamente en el cruce entre ambos países previamente mencionados y un momento que cambió y continúa cambiando el cine: los planos secuencia de Soy Cuba por Mijaíl Kalatozov.
Para efectos de este texto, tomaremos como punto de anclaje y análisis la secuencia de
apertura. Fue en 1964 cuando este cineasta soviético en colaboración con un equipo cubano llevaron a
cabo una de las secuencias de imágenes más icónicas de la historia. Una coreografí
audiovisual equiparable con ver la rutina de Nadia Comaneci; técnica y belleza al servicio de la
narrativa, al servicio del cine.
Esta secuencia que inicia la película nos muestra una fiesta del más puro Jet Set de los 60. Un
concurso de modelaje en bikini, trajes, joyas y peinados altos en la cima de un lujoso hotel.
Así los creadores nos invitan a pensar en el constante retrato de las diversas clases en
latinoamérica, proponiendo la denuncia de lo opulento como una forma de expresión. Esto nos
remite por supuesto al gran maestro Gabriel Figueroa y su trabajo en películas como El Ángel
Exterminador o el trabajo de Carlos Congote en La Estrategia del Caracol, porque hablar del
opresor es también hablar del oprimido.
En ese sentido la cinematografía latinoamericana se vuelve un reflejo de la sociedad que retrata,
no solamente frente, sino detrás de la cámara también. Si bien nuestra historia se cuenta por
pésimos gobiernos -dictaduras- y fútbol, el cine de nuestro continente persiste a través de las
eras.
Estas adversidades terminan por demostrar de lo que la y el cineasta latinoamericano está
hechx, porque hacer cine en estas latitudes requiere el doble o el triple de esfuerzo que en
territorios con industria mayormente consolidada. Tal esfuerzo nos lleva a exprimir cada peso de
nuestro presupuesto y a relucir nuestro lado más trabajador e ingenioso para sacar adelante
nuestras películas.
Entre esas adversidades no podemos fallar en mencionar la brecha de género y a pioneras como
Cándida Beltrán, una de las primeras mujeres en tomar la cámara y aparte dirigir, escribir y
protagonizar diversas películas; pasando también por la incansable Sara Gómez -cubana de
igual manera- hasta llegar a la contemporánea de María Secco y su cinefotografía.
No debemos olvidar que América Latina está cimentada en la enorme riqueza de sus pueblos
originales cuya imagen, a través del cine, también se ha visto continuamente explotada.
La o el cineasta latinoamericano debe ser muy reflexivx y cuidadosx al momento de crear
imágenes. Si bien no debemos renunciar a hablar con honestidad de nuestras realidades, no
debemos tampoco arrebatar la voz del otrx. En este tema podemos pensar en películas como El
abrazo de la serpiente o La Teta Asustada, en donde el público tiene amplio parque para
reflexionar y sacar sus propias conclusiones.
Por eso la cinematografía de nuestro continente nos invita a meditar en la diversidad y unión de
nuestros pueblos, en la fiesta o en el sufrimiento, en la denuncia o en la expresión.
La fiesta de nuestra diversidad como pueblos realizadorxs que utilizan la cámara como poema o
como arma. El sufrimiento retratado en aquellxs que violentan por hambre o a manos del
opresor. La denuncia de quienes arden en la impotencia de la injusticia. La expresión de un
continente que a través de imágenes puede mostrar lo mejor y lo peor, lo bello y lo horrible del
lugar donde nos tocó nacer pero que con la cámara nos permite tener una perspectiva, o mejor
dicho, esperanza.
Te recomendamos también la siguiente filmografía para complementar la incluida en el texto:
La Ciénaga – Lucrecia Martel – Argentina
Tempestad – Tatiana Huezo – México
Aquarius – Kleber Mendoza – Brasil
Macario – Roberto Gavaldón – México
Machuca – Andrés Wood – Chile
Cómo material adicional, la tesis:
EL CINE LATINOAMERICANO ENTRE DOS SIGLOS, SUS CLAVES Y TEMAS – María Dolores Pérez
Murillo – Universidad de Cádiz
Podcast recomendado:
Cinefoto Latino
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