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Eo: en compañía de un burrito

Por Mike Galán

¿El burrito Eo expresa emociones o somos nosotros quienes las proyectamos sobre él? Ésta entrada de #BlogCIBEF es una reflexión sobre las emociones y los animales a partir de Eo (2022), la última entrega de Jerzy Skolimowski.

Eo (Io en polaco) fue interpretado por seis burros diferentes: Éttore, Hola, Marietta, Mela, Rocco, y Tako.

La historia de Eo (Jerzy Skolimowski, 2022) es aparentemente sencilla: tenemos que acompañar a un burrito que se ha perdido. Lo vemos pasar por bosques, calles, caminos, subir camiones y arrastrar carretas. Conoce todo tipo de personas y especies y pasa por algunas situaciones complicadas, demasiadas para ser un burrito.


Comenzamos el viaje tirados junto a él en el centro de un circo. Eo hace rutinas junto a su domadora, con quien está profundamente relacionado. Somos testigos de cómo es “rescatado” por activistas para después perderse. En algún momento vemos un partido de futbol junto a él y nos agregamos a la hinchada de uno de los equipos.


Eo también pasa por todo tipo de maltratos. A diferencia de equinos como los caballos, los burritos no gozan de un prestigio de belleza y son utilizados, sobre todo, como animales de carga. Tiene que acarrear una carreta de basura y otra de animales que van a morir. Con el burrito somos golpeados en medio de la noche.

Sin embargo, en todo el trayecto, el burrito parece estoico. No es un animal que gesticule o actúe como lo hacen los animales domesticados, y en la cinta no se le otorgan características humanas salvo en las escasas escenas donde sueña, recuerda o llora (en caso de que esas sean características puramente humanas).

Eso explica lo que me sucedió con Eo: al acompañarlo en su trayecto terminé proyectando emociones sobre él como si fuera una hoja en blanco. En mi mente lloró, recordó y soñó. Cuando lo vi siendo separado de sus cuidadores le dí el don de sufrir. Si miraba al infinito con esos ojos grandes y oscuros, sentía que estaba melancólico. Extrañaba a sus domadores porque yo los extrañaba.

A mi particularmente me es difícil no caer en esa trampa por el amor que le tengo a los animales, en especial a los perros a quienes considero particularmente vulnerables. Con los burros me pasa algo similar, de hecho tengo el recuerdo de uno: era un burrito que cruzaba la avenida que pasa por mi casa cargando dos botes con restos de alimentos, ya sabía el lugar donde debía recoger esos desperdicios y el lugar donde debía entregarlos, todo ello sin que nadie lo llevara.

Así eran sus viajes: Pasaba varias veces a la semana, llevaba los botes de plástico amarrados a los costados con reatas viejas y sucias. Caminaba por las calles pegado a la banqueta, a veces bajo la lluvia y a veces bajo el sol molesto y asfixiante. Las personas lo veían sorprendidos, los autos le cedían el paso, los perros lo perseguían, a veces caminaba, a veces trotaba. 

Al igual que Eo, este también era un animal sin expresiones. No había un cambio en su ojos oscuros y grandes y la cabeza siempre miraba hacia abajo. La diferencia es que este burrito no se perdió, nadie lo separó de su dueño y jamás se apartó del camino que siempre recorría.

En sus últimos días el burrito de mi barrio caminaba más despacio, se detenía más veces en mitad de la calle o cuando los perros lo rodeaban. Tal como me sucedió con Eo, comencé a proyectar emociones sobre él: tristeza, melancolía, resiliencia. Un día dejó de atravesar la avenida, ya no estaba con nosotros.

A Eo tampoco lo volví a ver. La película me hizo acompañarlo por todos lados y verlo pasar toda clase de situaciones, y al final también a mi se me extravió. Un día el burrito dejó de estar con nosotros. Pero no me odien por contarles esto, no tomen como spoiler lo que es una ley de la vida.

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