por Ricardo Ismael Cordova Guzmán, CIBEF
El advenimiento de la nueva ola de cámaras digitales para cine ha traído consigo mayor versatilidad para el trabajo de cineastas emergentes, más en un panorama que exige austeridad en la producción latinoamericana. El 24 de Septiembre de 2020 se hizo el anuncio oficial de la Canon EOS C70; una cámara de super 35mm que se suma a la lista que incluye la Black Magic Pocket Cinema Camera 6K, la Z Cam E2-S6 y la Sony sin espejo A7sIII, las cuales mantienen un formato compacto capaz de adaptarse con un rig para incluir el equipamiento necesario para el trabajo profesional.
Antes de la llegada del cine digital producir era costoso, problemático y pese a la excelente capacidad de la película para reproducir colores llenos de carácter, este mundo fue reemplazado gracias a la democratización de la imagen ocasionada por el crecimiento en el mercado de consumidores semi profesionales y no profesionales. Estos procesos determinaron los nuevos flujos de trabajo menos extenuantes que simplificaban el proceso de revelado, reemplazando al escaneo del celuloide por la transferencia de imágenes de una tarjeta de memoria a un ordenador para el proceso de “revelado digital” o edición.
Anteriormente lo más cercano a la producción audiovisual independiente era el cine indie que a menudo ocupaba formatos pequeños, como el 16mm y el super 8, orientados al consumidor casual para producir documentales y películas experimentales de bajo presupuesto; esto a mediados de la década de los 50 a pesar de que industrias como Kodak y Fujifilm redoblaron esfuerzos durante la misma época para llevar la película 16mm a un nivel profesional. No obstante, durante los últimos 10 años, estas escenas mutaron por otras dedicadas a la producción de videos musicales de artistas locales, videos comerciales para negocios de comida, ropa, belleza, arte, salud y todos los derivados de un mercado de PYMES. A raíz de la hiperconectividad y el afluente de imágenes en la red, las y los nuevos productores audiovisuales se instruyeron, tomando referencias de la industria global y adaptándolas a proyectos de mucha menor envergadura con rapidez, calidad y a un precio extremadamente accesible. Me atrevo a decir “de tal palo tal astilla”; tal como la costa oeste perpetuó su fama a través de la producción cuasi industrial de cine, la micro estructura existente fuera de la Ciudad de México, y específicamente Veracruz, tiende a una producción estandarizada que determina sus tratamientos estéticos y sus esquemas narrativos por las referencias externas que se han viralizado en redes sociales y del cine al que tenemos acceso gracias a las plataformas de streaming, cuya industria es el nuevo estándar de producción y distribución cinematográfica.
Por otro lado, las mismas prestaciones que pisan los talones a los estándares de la industria actual permiten a nuevas y nuevos creadores la capacidad de producir grandes cantidades de material audiovisual en poco tiempo y a un relativo bajo costo. La experiencia acumulada mezclada con la experimentación libre del medio también establece nuevas vías para la narrativa alternativa, propone nuevos ritmos de montaje y transforma, a través de su difusión y exposición, al imaginario colectivo; nutriéndose de nuevas propuestas y elementos que terminarán por crear un público apto para la evolución de la imagen.
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