Por Talía Montt
Dentro de los talleres de verano de cine y foto impartidos por el Centro Iberoamericano de Estudios Fotográficos (CIBEF) en La Antigua, Veracruz y con el apoyo del H. Ayuntamiento de Boca del Río, se realizó el taller de Cine móvil, bajo la tutela del Miguel Errazú, Licenciado en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid y Doctor con Mención Europea en Comunicación Audiovisual.
Errazú, de origen español, enseñó a los alumnos del taller “las técnicas, estrategias formales y consecuencias estéticas del uso de los dispositivos móviles (…) a partir de un panorama que describe los usos sociales y artísticos de la imagen móvil”.
Así al finalizar el taller, varios de los alumnos construyeron pequeñas piezas audiovisuales a partir de los temas que la locación ofreció, por ejemplo, con imágenes secuenciales de botellas de agua y propaganda política, que en conjunto formaban parte de la basura del lugar. Al ver dichas piezas, me surgieron las siguientes preguntas:
Miguel, ¿cómo fue que te interesó trabajar con dispositivos móviles?
Tiene que ver con “una pequeña reflexión acerca de cómo las tecnologías no vienen gratis, no se nos dan de una manera neutra, sino que condicionan la manera en que vemos la realidad y en la que nos relacionamos con las imágenes…”
“El caso de la relación del cine y la cultura digital, en este sentido, es bien interesante, porque cambia la manera de narrar y la manera de construir los relatos con el apoyo del audiovisual. Quizá porque hay menos necesidad de contar historias y más de registrar nuestra vida cotidiana (…) Hoy, digamos que nuestra sala de montaje ya no ensambla un plano junto a otro, sino que utilizamos otras mucho más amplias, por ejemplo Facebook , que actúa como una especie de gran plataforma donde uno va ensamblando sus pequeñas piezas, las cuales construyen una historia que no se cuenta en una película”, sino en esta plataforma u otras como Twitter o Instagram, lo cual “tiene consecuencias muy interesante sobre el lenguaje, sobre la manera en que operas el montaje (…) que para mí es lo que más radicalmente ha cambiado en estos últimos tiempos, ¿no?”.
Entonces, si tu trabajo tiene que ver con la tecnología y las artes visuales, ¿qué otros elementos integras en esa relación?
“Mi trabajo gira al rededor de cómo las artes visuales, sobretodo las artes plásticas se han ido incorporando desde el uso de las nuevas tecnologías, fundamentalmente en el espacio digital”.
En este sentido, “el cine, [por ejemplo] alude a una serie de prácticas, un modo de narrar historias y un modo de ver la realidad que se remonta a finales del sigo XIX”. Así, “la mayoría de la gente graba, realmente, como si estuviéramos en el siglo XIX. Graba pequeñas acciones; a su hijo que empieza a tartamudear o a su gato que hace tal o cual cosa (…) hemos perdido la capacidad de montar porque la imagen se monta una junta a otra en un tablero.
Entonces, es interesante que los alumnos de este proyecto se dieran cuenta de cuales son los nuevas herramientas y lugares en los que se descubren estos nuevos relatos; que se abrieran a esa especie de “espacialización” del montaje como hecho más social que formal.
Finalmente para ti ¿qué es el cultura digital y qué efecto tiene en nuestra vida diaria?
“Un ejemplo muy evidente es la práctica del autoretrato, (…) porque no era una necesidad que tuviera la gente. Muchos hemos tenido cámaras fotográficas analógicas, y desde luego no nos pasábamos la vida frente a un espejo tratando de sacar nuestro mejor perfil. No porque tuviéramos una limitación (…) sino porque no teníamos esa necesidad. Luego aparece una nueva tecnología y junto a esa nueva tecnología, que aparentemente es neutra, aparece nuevas formas de comunicarnos entre nosotros y con las imágenes”.
Miguel, ¿cómo fue que te interesó trabajar con dispositivos móviles?
Tiene que ver con “una pequeña reflexión acerca de cómo las tecnologías no vienen gratis, no se nos dan de una manera neutra, sino que condicionan la manera en que vemos la realidad y en la que nos relacionamos con las imágenes…”
“El caso de la relación del cine y la cultura digital, en este sentido, es bien interesante, porque cambia la manera de narrar y la manera de construir los relatos con el apoyo del audiovisual. Quizá porque hay menos necesidad de contar historias y más de registrar nuestra vida cotidiana (…) Hoy, digamos que nuestra sala de montaje ya no ensambla un plano junto a otro, sino que utilizamos otras mucho más amplias, por ejemplo Facebook , que actúa como una especie de gran plataforma donde uno va ensamblando sus pequeñas piezas, las cuales construyen una historia que no se cuenta en una película”, sino en esta plataforma u otras como Twitter o Instagram, lo cual “tiene consecuencias muy interesante sobre el lenguaje, sobre la manera en que operas el montaje (…) que para mí es lo que más radicalmente ha cambiado en estos últimos tiempos, ¿no?”.
Entonces, si tu trabajo tiene que ver con la tecnología y las artes visuales, ¿qué otros elementos integras en esa relación?
“Mi trabajo gira al rededor de cómo las artes visuales, sobretodo las artes plásticas se han ido incorporando desde el uso de las nuevas tecnologías, fundamentalmente en el espacio digital”.
En este sentido, “el cine, [por ejemplo] alude a una serie de prácticas, un modo de narrar historias y un modo de ver la realidad que se remonta a finales del sigo XIX”. Así, “la mayoría de la gente graba, realmente, como si estuviéramos en el siglo XIX. Graba pequeñas acciones; a su hijo que empieza a tartamudear o a su gato que hace tal o cual cosa (…) hemos perdido la capacidad de montar porque la imagen se monta una junta a otra en un tablero.
Entonces, es interesante que los alumnos de este proyecto se dieran cuenta de cuales son los nuevas herramientas y lugares en los que se descubren estos nuevos relatos; que se abrieran a esa especie de “espacialización” del montaje como hecho más social que formal.
Finalmente para ti ¿qué es el cultura digital y qué efecto tiene en nuestra vida diaria?
“Un ejemplo muy evidente es la práctica del autoretrato, (…) porque no era una necesidad que tuviera la gente. Muchos hemos tenido cámaras fotográficas analógicas, y desde luego no nos pasábamos la vida frente a un espejo tratando de sacar nuestro mejor perfil. No porque tuviéramos una limitación (…) sino porque no teníamos esa necesidad. Luego aparece una nueva tecnología y junto a esa nueva tecnología, que aparentemente es neutra, aparece nuevas formas de comunicarnos entre nosotros y con las imágenes”. 
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