El stopmotion es una técnica tan vieja como los orígenes del cine. George Meliés la usó alguna vez en sus películas cerca del año 1896. Consiste en construir fotograma por fotograma el movimiento de los personajes que usualmente son marionetas cuyo esqueleto es móvil y permite ajustes realmente pequeños y exactos para que cada fotograma pueda captar una parte del movimiento. Al reproducirse consecutivamente, estos fotogramas crearán la ilusión de un movimiento fluido.
Uno de los pioneros de esta técnica fue también el español Segundo de Chomón, con su filme La casa embrujada (1907) donde algunos cubiertos cortan un salchichón y tratan incesantemente de mantenerlo unido sobre el plato para luego servir la mesa por completo como si de un acto sobrenatural se tratara. Y la idea, aunque precaria pero original, era esa; mostrar un hecho sobrenatural que de otra manera habría sido imposible de filmar con los recursos técnicos de la época.
Un universo de caracteres estrafalarios y animales antropomórficos vienen a nuestra mente cuando pensamos en el cine de stopmotion. Son algunos los cineastas contemporáneos que han usado exitosamente las versatilidades de esta técnica desde que las inolvidables aportaciones de Ray Harryhausen tocaron la gran pantalla. Desde Tim Burton, Mark Osborne, Nick Park y Peter Lord, Henry Selick hasta Wes Anderson, este último por dos cintas extremadamente complejas en su proceso de producción: Fantastic Mr. Fox (2009) e Isla de Perros (2018); Dos historias maravillosamente contadas a través de una impecable puesta en escena, protagonistas sagaces y temerarios por igual (alguno más ligeramente desabrido que el otro) y escenarios de en sueño, nos muestran las posibilidades que esta técnica cinematográfica tiene para ofrecernos.
Pese a la extraña forma de trabajar de Anderson en Fantastic Mr. Fox, quien enviaba cientos de e-mails desde su casa en París con instrucciones detalladas a Mark Gustafson, director de animación en Londres, y luego en Isle of Dogs pero con Mark Waring en Arch Model Studio (AMS) para que los cerca de 900 personajes y algunos miles de rostros fueran esculpidos, moldeados y pintados a mano para Isla de perros, ambas cintas terminaron por ser consideradas obras maestras de la animación fotograma por fotograma.
En el stopmotion, todo comienza con una escultura en plastilina para modelado y una vez que el modelo es aprobado se hace un molde del mismo y posteriormente se arman los esqueletos que permitirán la articulación de cada movimiento durante la producción. Estos son insertados en los moldes después de calibrar la rigidez de sus movimientos y rellenados de silicona para luego agregar el color de la piel, el pelaje falso y los detalles más minúsculos como las uñas o el cabello de los rostros que es insertado minuciosamente y de a uno por vez.
Existen múltiples técnicas de animación que permiten dar vida a la imaginación, a los mundos internos e historias que de otra manera serían imposibles de contar bajo unas condiciones de producción convencionales por su extrañeza física o la complejidad de los escenarios imaginarios, pero ninguna técnica posee la magia que el stop motion crea en el reflejo de nuestras pupilas; el verdadero movimiento causado por las manos de un titiritero al que nunca vemos es tal como en la vida real.
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