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Barbie o el pretexto para decir unas cuántas cosas que parecían estar por sentadas

Juan Eduardo Mateos Flores

Como dije en un disclaimer anterior, soy un hombre heterosexual criado como muchos hombres heterosexuales en una familia tradicional de clase media. Por eso, aunque pudiera decir unas cuantas cosas para quedar bien, lo cierto es que nunca sentí emoción por la muñeca Barbie ni por ninguna de sus películas, tampoco sentí en casa rechazo porque no me dejaran jugar con dicha muñeca pues para empezar en mi mundo FIFAS de balones, dragón balls y videojuegos, de las cosas que menos me pasaban en la mente era jugar con ellas. Sin embargo, mi yo adulto sí sintió emoción cuando se enteró de que la película era dirigida por Greta Gerwig, pues amé Lady Bird (2017) y su adaptación del clásico de Alcott: Little Women (2019). Desde el vestuario hasta las actuaciones, pienso que hay algo en esas películas que trascienden por las emociones que generan. Por otro lado, todo lo que sé sobre Barbie es por mis hermanas, principalmente la menor, que como muchas niñas de su generación jugaba con ellas: les cepillaba el cabello, les intercambiaba la ropa y hasta, en un ataque artístico, les tusaba el cabello o las llenaba de plastilina. Mi hermana tuvo tantas Barbies por entonces que su cuarto pudo pasar fácilmente por una juguetería. Sin embargo, a diferencia mía, porque a las niñas de la cuadra se les dejaba salir poco o más bien nada, mi hermana no podía compartir sus muñecas con muchas conocidas que digamos. Sin embargo, sí recuerdo a una niña en especial a la que le decían La Güera, muy callada ella, que venía a jugar con mi hermana, principalmente por las mañanas vacacionales. Mi hermana y La Güera se hicieron amiguitas un verano lluvioso y yo creo que a La Güera le gustaba venir a jugar con mi hermana sobre todo porque tenía una de estas casas enormes para niñas poco habituales en vecindarios como el nuestro y ahí recuerdo yo verlas jugar a Las Barbies. Casi siempre era La Güera la que venía, y mi hermana parecía tan feliz con esa amistad que nadie en la casa auguraría lo que vendría después: gracias al periódico más famoso de la ciudad sabríamos que La Güera sufría abuso sexual por parte de uno de los adultos de su casa. Nunca más volvimos a saber de ella.

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Si hablo de La Güera, la relación de mi hermana y las Barbies, la forma en cómo se desenvolvía todo es porque siento que de eso va la película Barbie (2023) hecha por Gerwig: que a pesar del mundo rosa y perfecto que pueda dibujarse mientras se ficciona una película o un juego de niñas, las desventajas estructurales del mundo real están a la orden del día tanto como los peligros que significan nacer mujer en un mundo como el nuestro. 

Y yo creo que Gerwig, aún con todas las limitantes que tuvo para hacer una película que al final de cuentas también pasa a ser un comercial, sale bien librada cuando parte de un mundo ficticio llamado Barbieland, donde los problemas del feminismo han sido resueltos. Ahí, en ese mundo, como pasa en The Matter of Segri de Ursula K Le guin o en El País de las Mujeres de Gioconda Belli, las mujeres reinan, mandan, dirigen, son el centro de atención, bailan y hacen deporte sin que ningún espécimen de gimnasio que suelen usar una playera apretada de tirantes las moleste, son pues digamos por decirlo así, perfectas, mientras los Ken —hombres— son, como en pocas creaciones artísticas, periféricos, unos simples aditamentos playeros que orbitan alrededor de Barbie Estereotípica (Margot Robbie) —la que se nos viene a la mente cuando pensamos en la palabra Barbie— y compañía.

Justo es Barbieland la materialización de la exigencia que el sistema mismo les endilga a las mujeres: la de la perfección, pura sonrisa, puro mostrar belleza y habilidades, nada de imperfecciones físicas ni emocionales hasta que bueno, un día, Barbie Estereotípica piensa en la muerte y no es para más perfecta: insomnio, una mala mañana, el agua de la regadera no fluye, mal aliento, pie plano, entre otras cosas más que caen como una maldición sobre nuestra protagonista y que espanta a las demás Barbies. 

Para poder arreglar esto, se le dice a Barbie Estereotípica que tiene que visitar a la llamada Barbie Rarita (Kate Mckinnon), la representación de toda Barbie tusada por una niña. Ahí, en ese encuentro, se explica que esas ideas de muerte provienen de quien fue su dueña y ahora deberá emprender un viaje al paralelo mundo real, encontrar a quien alguna vez jugó con ella y sanar esa relación.

Aunque ella quiere ir sola, su Ken -obsesivo- (Ryan Gosling) no la dejará. Se escabulle en la cajuela con tal de acompañarla pero no por cariño sino más bien para ganar una apuesta a su rival Ken asiático (Simu Liu); la resolución a dicha aventura será para ambos, distinta, pues el mundo real está construido para que los hombres triunfen y rápidamente hará de las suyas: Mientras Barbie intenta sobrevivir a piropos y nalgadas no consensuadas y así encontrar a quien tiene que encontrar para arreglar su vida personal, Ken halla en ese mundo la visibilidad que no tiene en Barbieland y se dará cuenta cómo ese Mundo Real no tiene Barbies Presidentas ni Barbies Escritoras ganando el Nobel sino más bien que éste se cunde de hombres trajeados ningunea secretarias, de hombres gimiendo en los gimnasios, de hombres, al fin y al cabo, dominando las esferas principales de la vida pública; mismo mundo que Ken intentará replicar en su regreso a Barbieland.

Para poder luchar contra los deseos de Ken de transformar Barbieland en su muladar personal, Barbie Estereotípica tendrá que huir de los torpes empresarios masculinos de Mattel y su CEO (Will Ferrel) que la quieren encerrar en una caja y deberá aliarse con su antigua dueña, Gloria, (America Ferrara) y su hija, Sasha (Ariana Greenblat), personajes que serán el depositario de los discursos más incendiarios de la película. Por su parte, Sasha, al encontrarse con Barbie Estereotípica, desde la insolencia que caracteriza al mundo adolescente, le reprocha “haber acomplejado a millones de mujeres de todo el mundo” así como “haber retrasado el movimiento feminista 50 años”. 

Mientras que Gloria, en uno de los momentos cruciales en los que planean todo para recuperar Barbieland de los Ken, a quienes destruyen fácilmente al usar el ego masculino en su contra: ahí ella suelta que es literalmente imposible ser mujer. Porque se les exige ser extraordinarias, pero aún así, de algún modo, también, que, no deberían serlo tanto. Porque tienen que ser bonitas, habilidosas, multifuncionales, pero sin deslumbrar ni hacer sentir mal a los hombres y, de paso, a las mismas mujeres, pues no sería como que el acto más sororo de su parte. Además, Greta no se olvida para nada de los hombres. Hay un punto de quiebre de Ken, donde no se concibe sin Barbie y justo en esa escena donde hace recordar lo frágiles que se vuelven muchos hombres, por ejemplo, cuando han estado casados muchos años y se separaran. Muchos tardan en descubrir que son Kenough.

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Mucho se ha hablado de todo el polvo social que esta película levantó. No por nada ha sido el mejor estreno de una película dirigida por una mujer. No por nada vimos salas repletas de familias vestidas de rosa, tortillas rosas para tacos entre otras cosas más a los que tanto negocios locales y nacionales se sumaron para dar cuenta cómo la película misma tomó relevancia, sobre todo en el mundo digital: ahí se abrió una batalla en redes para burlarse de nuestras costumbres. Desde los sí, pero Barbie no se acostaba con el amigo o con el suggar hasta sí pero Ken no era mayate ni le decía 50 a 50 a Barbie, al fin, memes que terminaron llevando la discusión a eso que bien dice Ruth Mattel a Barbie: que inventamos esas cosas para lidiar con lo incómodo que resulta ser humano.  

También mucho se habló de que la película no hace crítica de nada, incluso hasta acusada está de mercantilizar la crítica social, como si desde siglos atrás, muchos medios de comunicación, a través de la opinión pública, no lo hubieran hecho ya. Vaya, sabemos que algo de discurso político habría en Barbie(2023) pues desde el inicio de la película misma, en ese guiño a Odisea en el Espacio de Kubrick, la vertiginosidad de la música cae sobre una serie de niñas, que, al descubrir una Barbie gigante, rompen las muñecas bebés que por mucho tiempo parecieron decirles que el destino de toda mujer siempre sería la maternidad: considero que Gerwig simplemente aprovecha la palestra y la resonancia que dicha película le dio, para soltar unas cuantas verdades que aunque parecerían ya estar por sentadas, muchas reacciones hicieron notar que aún hay largo camino por recorrer. 

Sin embargo, como ya dije arriba, no se puede negar que la película funciona también como un gran comercial, pero vamos, si David Lynch hizo comerciales siéndole fiel a su estilo, Greta con Barbie (2023) no se quedó atrás. El estilo de Greta se ve aquí como en sus otras películas. Hay escenas donde se ve su mirada como cuando Barbie Estereotípica se sienta a tomar el té con Ruth, o cuando en un parabús Barbie Estereotípica le dice a una señora mayor lo hermosa que es: o qué tal cuando vemos a Gloria quejarse de haberse perdido muchas aventuras desde que es mamá, como ese viaje en crucero que no disfrutó porque su marido es alérgico al sol. 

Por esas razones, siento que, como película y comercial, cumple su cometido ya que para nada promete hipócritamente algo que no es, como podría ser un discurso decolonial o alguna de estas cosas que a veces el mundo académico desea a la de huevo endilgarles a productos culturales como este. No por nada vemos que cuando Gloria sugiere una Barbie normal que sólo quiere sentirse bien al final del día, el empresario de Mattel sabe que será una gran idea para capitalizar, pues es lo que hace el capital siempre con los nuevos discursos: al final de cuentas los termina por agremiar. 

Reitero: Gerwig logra utilizar los elementos que una industria poderosa de muñecas le ha conferido, para, de vez en cuando, usarlos su favor. Por eso para los más estudiados, el discurso que tiene la película es light, pues nada nuevo en el asunto, se puede encontrar en una discusión de mujeres feministas en Twitter todos los días pero que, para los demás —una gran mayoría— que no están tan familiarizados quizás les ayude a cuestionarse un poco que el mundo real es más parecido a una Mojo/dojo/House/Casa— y no al que tanto les atemoriza: un lugar menos desigual en el que a lo mejor algún día ya nunca pasen cosas como las que le tocó vivir a la amiga de mi hermana: La Güera.

Juan Eduardo Mateos Flores (Veracruz, 1991) es narrador. Reguero de Cadáveres (Los libros del perro, 2021) es su primer libro. Fue becario PECDA 2022 con el proyecto Aquí perreaba tu mamá, aquí conoció a tu papá: crónicas de reggaetón jarocho. Actualmente vive de recomendar libros en Mar Adentro y hacer reseñas para el CIBEF.

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