Entrevista a Luis Enrique Pérez Por Talía Montt
Los discursos que una imagen puede crear son infinitos. En el caso de la fotografía no sólo depende del encuadre, sino también de la perspectiva de quien la mira. Así en Desdoblamientos, la serie fotográfica de Luis Enrique Pérez –expuesta en Develar y Detonar y PhotoEspaña- son imágenes que contienen elementos cotidianos como cabellos, redes y especias de cocina, pero reinterpretados de una manera poco usual; como extensiones o elementos propios de los protagonistas de cada imagen, lo que crea una fuerte carga visual y al mismo tiempo una necesidad de cambio.
Sobre Desdoblamientos, Luis Enrique Pérez dijo en entrevista para el Centro Iberoamericano de Estudios de Foto y Cine (CIBEF), que es una serie abierta, ya que considera tiene piezas faltantes porque hay elementos que aún no ha podido traducir en imagen. Además, ahora está trabajando con su padre,[1] lo que califica como “una gran experiencia de vida, porque si algo tiene la fotografía y el arte es que como ‘medios’ nos permiten conciliarnos con nosotros mismos y eso ya es algo valioso”.
Sobre los autorretratos de la misma serie comentó “siempre he pensado; si en la literatura se puede narrar en primera persona, por qué yo no podría hacer lo mismo desde la imagen”. Además, agregó, “no estoy muy seguro si lo que yo hago se puede etiquetar como fotografía de performance, te diría que a ratos podría ser así, pero creo que va un poco más allá de eso, hay varias cosas en juego y eso es lo que lo hace interesante. Tampoco “me asumo en su totalidad como fotógrafo, ni tampoco como artista; me gusta transitar entre los bordes de estas actividades. Eso me da libertad”.
Cómo fotógrafo y artista visual, ¿qué es lo que te motiva para crear imágenes o personajes? “Para mi la fotografía tiene sentido porque incide en mi forma de vida, es decir que expande mi realidad, pero también tiene sentido porque comunica hacia fuera, es una autorreflexión constante y obsesiva que de pronto se dispara hacia a lo artístico porque genera pensamiento en los demás. Me gusta pensar que lo que hago está vivo, que muta constantemente y que es una impronta de mí, pero aquí la pregunta siempre es hasta dónde realmente soy yo, y en donde empieza ‘el otro’. En mis imágenes puedes ver un personaje, sí, pero también puedes ver a mi madre, que probablemente podría ser también la tuya, es cuestión de perspectiva”.
En este sentido, ¿de dónde sale tu inquietud por agregar elementos de performance en tus fotografías? “En la práctica todos podríamos ser iguales. ¿Qué es lo que nos diferencia? El color de ojos, la posición social, la familia en que naces, todo, absolutamente todo tiene un sentido. Nuestra búsqueda existencial debería partir desde estos detalles tan elementales. Entonces, me encuero, me expongo (literal y metafóricamente) porque es algo inherente a mi condición, es algo orgánico que emana y encuentra su cause en la misma experiencia, por eso afortunadamente hay tantas formas de interpretar la realidad. Sólo me sirvo de los medios que están a mi alcance, me gusta actuar y tengo nociones de fotografía. Si dibujara sería malísimo”.
¿Cuál fue el criterio que elegiste para agregar los elementos a tus fotografías? Por ejemplo, las cáscaras de ajo, las redes y demás.
“Es algo que todavía me genera preguntas. Casi siempre hay una conexión muy intuitiva con los elementos que trabajo, me detonan emociones, las reactivan y eso genera imágenes muy intensas en mi cerebro; al principio era más arrojado, como más salvaje; pero en la medida en que te haces conciente de lo que estás manipulando entonces ya lo articulas con mayor precisión. Es como si primero inventaras un alfabeto y una gramática, después puedes escribir lo que quieras”.
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