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El cine como traductor de emociones

Entrevista a Ricardo Benet Por Talía Montt

Ricardo Benet cineasta veracruzano conocido tanto por sus películas, como por la accesibilidad de su persona, es hoy un referente dentro de la actividad cinematográfica del estado y el país, ya que ha colaborado con diferentes escuelas e instituciones como docente, asesor y jurado. También es colaborador del CIBEF, en donde impartirá clases para el diplomado de cine documental.

 Al respecto, Ricardo se ve entusiasta de encontrar estudiantes que estén habidos de una técnica, pero también de una verdad. Considera que lo importante en el documental [y en el cine en general] es provocar una emocionalidad para ver la historia como “otra noción de vida, más allá de las condiciones socioeconómicas de una familia o de un hecho histórico”, por ejemplo, sino mas bien “llegar al fondo y encontrar ahí una historia humana”. Considera al documental como el ensayo o laboratorio del cine, ya que a través de éste adquirió seguridad como cinefotógrafo; el documental “es algo tan presente e inmediato que te hace decidir al momento sobre tus personajes y acontecimientos (…) Es un gran entrenamiento, incluso para quienes quieren después hacer ficción”.

En este sentido, el cine es para él un traductor de emociones, ya que en sus propias palabras “todo los artistas audiovisuales debemos vernos como una antena parabólica y recoger todas las ideas que andan por ahí dispersas para concentrarlas y darles un sentido duradero o por lo menos trascendente” dijo en entrevista.

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Enseñar y hacer cine “Los creadores se quieren clavar en el qué, y no en el cómo, para ver la realidad tal cual es”, creen que no necesitan ninguna reflexión filosófica o estética, y el cine es, antes que nada, una de las artes en la que tienes que reflexionar y volver todo una metáfora, y eso es lo que yo considero realmente difícil en el arte.

Por otro lado, “creo que ha aumentado mucho la necesidad de escuelas de cine. Por ejemplo, la convocatoria del CCC en la que me toca ser jurado de nuevo ingreso recibió cerca de 520 aspirantes y sólo van a quedar 15. Entonces sí ha subido, porque cuando yo entré a la carrera fuimos 300 los aspirantes. El problema, ahora, es que no ha subido la calidad de la oferta educativa.

 En la parte de la academia y como maestro hay que tomar en cuenta ante qué estudiantado se está; “va a ser diferente si estás en el extranjero o en Xalapa, en El Totonacapan o en Morelia, además de que depende del curso y la duración”. “Si yo voy a dar un taller, por ejemplo, en el CCC sé que les voy a dar algo muy específico, porque ellos tienen 11 maestro más”. Muy al contrario si estoy, por ejemplo, “en El Totonacapan, en donde tengo estudiantes desde 16 ó 17 años que llegan de una comunidad alejada para tocar por primera vez una cámara y un botón”, y a veces tener que lidiar con los padres, tener que demostrarles que el cine también puede ser algo redituable.

En el CIBEF, “cuando me tocó darles la parte del pitching, [los alumnos] me parecieron como que muy sensatos, muy trabajadores; sus guiones se veían trabajados para el poco tiempo que llevaban de sesiones, y el respeto a la clase era más intenso de lo que tengo, a veces, en otro lado. Además, con la experiencia que yo tengo, en cuanto a los cursos que he dado en el estado y las proyecciones que he tenido, “creo que las mejores presentaciones de mi película ‘Nómadas’ han sido en el puerto (…) porque es un grupo como que muy focalizado”, las preguntas y charlas que han venido después han sido de un nivel de cinéfilo altísimo, es decir, más que de la media de público.

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Consejos para estudiantes ¿Elcine tiene que contar algo? El cine no tiene contar algo, tiene transmitir y sentir algo. “Recordaré aquí las palabras de Octavio paz que decían: ‘entonces acepté todo lo que me decías, porque comprendí sin entender’ y eso es lo más lindo cuando te caen las verdades sin tener que darles un orden lógico”. Así, “lo bonito del arte es que a veces no necesita pasar por ese tamiz de la lógica, ni por la explicación convencional, sino mas bien por una compresión interna”.

“A mí me gustaría que cuando la gente vea mis películas se quedara con algo, un algo que las haga querer verlas más de una vez”, ya sea por un momento en específico o porque les recuerden algo. Al final “cada quien escoge con qué se queda”, y si eso es un dejo o algo de nostalgia yo ya me doy por bien servido, ante tantas cosas que en el mundo pasan desapercibidas.

Pero resulta que “en el cine, casi muchas veces nos están pidiendo literalidad y aún en los festivales; ¡Ah eres mexicano, pues violentame!, cuando por qué no puedo disertar a la manera de Bergman o a la manera de Greenawey, ¿nada más porque soy mexicano tengo que ser literal e inmediato? Eso me parece terrible”.

 Al final, considero que “no hay que llegar a la literalidad, porque para ello esta el analista, el sociólogo, el psicólogos y toda esta gama de profesionales del asunto que tienen que trasladar en directo el hecho y el acto a sus consecuencias. Pero el arte no, el arte tiene que traducirlo para que se pueda quedar como una noción, como un hecho no epidérmico, sino del alma”.

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