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La rabia y la sátira de Alexis Langlois

Antes de comentar el cine de Alexis Langlois (Francia, 1989), me parece pertinente empezar este texto con un disclaimer: soy un joven escritor heterosexual, con más cultura literaria que cinéfila, criado en una familia a la que jamás escuché un desliz homofóbico. Aunque fui criado en la heteronorma, mi figura masculina más importante jamás me cuestionó mis gustos por el color rosa, la poesía o la vestimenta “poco varonil” —eran los años 90’s y el principio de los dosmiles— que seguramente alguna vez usé. Además, fui criado en un lugar de fuertes figuras femeninas y protagónicas como la de mi abuela, quien era muy querida por mucha gente y que además solía darle refugio en su enorme casa de la colonia Flores Magón a sus amigxs de la ahora llamada comunidad LGTBI, que, por ese entonces, sólo parecían tener tres opciones de trabajo: la estética, la limpieza doméstica y la prostitución del parque Zamora. 

Sin embargo, si hago este disclaimer, no es porque me quiera hacer el único y especial: pues al salir a la calle la cosa era diferente —en el barrio los hombres que salían con mujeres trans no eran bisexuales sino doblemente machos— y en mi familia tampoco escapamos a las convenciones sociales de la época y lo que sí sucedió fue que mis tías se presentaron ante mi durante toda mi niñez como hermanas —una decisión personal que ellas tomaron y nadie lxs obligó— cuando en realidad eran pareja: hasta que un día crecí y se me contó la verdad. Recuerdo pensar, después de eso, que lo único extraño de esa confesión es no haberlas visto jamás darse cariño en público. Un día le hice una pregunta a una de ellas: la de por qué nunca la había visto darse un beso con mi otra tía. Ella, directa, sin dudarlo me respondió: Por respeto. Como la vi un poco molesta por la pregunta, decidí no ahondar en ello y dejar el tema por la paz. 

Aquí, y a lo mejor, algunos preguntarán: ¿Y esto qué tiene que ver con el cine de Alexis Langlois? Pues como todas las cosas que comienzan con una anécdota: Todo y nada. Nada porque su cine y los personajes que habitan en él, como lo dijo en una entrevista cuando le preguntaron por su crítica hacia Xavier Dolan en Les Démons de Dorothy (2021), no busca incorporarse al orden establecido sino todo lo contrario: hacer notar que como todo lo queer, se es diferente pero que además no tiene interés en cambiarlo. 

still ‘Demons of Dorothy (2021)’

Y todo porque a pesar de esta eterna discusión que me da la sensación la comunidad tiene en sus ratos libres y no tan libres, sobre la inclusión o la diferencia, siempre hay algo que todos ellxs experimentaron en algún momento, incluso en los círculos más progres y que nosotros como heterosexuales jamás vamos a experimentar en carne propia: como el miedo a ser descubiertos —salir del clóset— o a ser humillados sobre sus gustos personales debido al género.

La rabia 

Una vez puestas las cartas sobre la mesa, desde dónde está escrita esta reseña sobre Brillantina Sangrienta, la forma en como MUBI ha llamado a la muestra sobre Langlois, comentaré el primer cortometraje. 

De la Terreur, mes soeurs! (2019) es la historia de cuatro amigas. Farah (Naëlle Dariyah), Raya (Raya Martigni), Dustin (Dustin Muchuvitz) y Kalthoum (Nana Beramer) que se reúnen para convivir en un café citadino aparentemente tranquilo. Sin embargo, nada en ese lugar lo será. Desde el inicio veremos las motivaciones por las que, una Kalthoum harta, responderá a Farah que se volverá terrorista y cisfóbica cuando ella le sentencia: El mundo es transfóbico, acéptalo. Y es que mientras ella camina sobre las siempre “democráticas” calles llenas de derechos humanos del primer mundo, situadas en Francia, ésta recibe una serie de cuestionamientos sobre por qué va vestido como niña si es niño, por qué va así vestida a plena luz del día habiendo niños alrededor.

Otra escena que hace entender la rabia de Kalthoum es precisamente el trato displicente que reciben en la cafetería a la que han llegado a refugiarse para pasar un rato cómodo entre amigas. La cafetería es atendida por una pareja blanca súper criada en la heteronorma. ¿Por qué lo digo? Pues, en primer lugar, cuando la chica de la pareja mencionada (Justine Langlois), se acerca a tomar la orden, quiere hacerles cumplidos bastante efusivos y forzados, logrando verse torpe pues sus comentarios resultan no estar muy alejados del tío más transfóbico de la familia cuando dice cosas como “ni parece que alguna vez fueron hombres”. En segundo lugar, cuando Leo (Félix Maritaud), el hombre de la pareja en cuestión, entrega las bebidas ordenadas como no queriendo tener contacto y las obliga a pagar en ese momento antes de traerles el resto del pedido: se lleva las palmas cuando él recibe la tarjeta de crédito de una de ellas y busca rápidamente el nombre impreso para ver si corresponde a alguien masculino o femenino.

Otra de nuestras cuatro protagonistas es alguien que escribe y observa. Por eso no repara en atrapar la conversación de las amigas y traducirla en una animación que, antes de iniciar, muestra a una mujer queer hacer una declaración de principios para acabar con la supremacía cis: Bienvenida hermana. También estás harta de la moralización, de los puntos de vistas cis condescendientes y heteronormativos, patologizantes, que nos ponen en peligro y nos infantilizan al someternos a su autoridad. (…) Ni víctima ni espectadora, abrazaremos nuestras transiciones. No más humillaciones ni mutilaciones para cumplir con los estándares cis. Aunque dicho cortometraje está impregnado de sátira, es la rabia la que más se asoma a lo largo de la trama. Por algo Kalthoum, la más incómoda en la situación, declara después de presenciar una especie de fantasía vengadora: Sólo quiero caminar en la calle sin que me escupan.

La sátira 

Quiero confesar que este nuevo cortometraje —(Les démons de Dorothy, 2021)—me hizo reír en muchos momentos, sobre todo en dos: En la breve parodia que se le hace a la figura de Xavier Dolan —referido como Xena Lodan— y cuando la protagonista de la historia, Dorothy (Justine Langlois), una joven cineasta, sumergida en su momento creador, pierde el control de la trama y encuentra a uno de sus personajes parte de la heteronorma. Por eso exclama: ¿Heterosexuales? ¡qué asco!

En lo primero, porque también me he sentido opacado por los privilegios que otros creadores, sobre todo capitalinos, han tenido para poder presentar sus obras artísticas ante los demás con menor dificultad y en lo segundo, porque más de una vez he escuchado de mis amigxs, principalmente los más progres, sentir vergüenza por formar parte del mundo heterosexual. Lo que me encantó de este corto además de los colores rosas y la estética visual que se suele encontrar en programas sobre drags o antros queer, es la parodia a ciertos elementos del cine de acción o de películas famosas como la de Buffy la cazavampiros. Sin embargo, siento este cortometraje menos rabioso y mucho más satírico, sobre todo hacia los límites puestos por el mismo sistema tanto como auto impuestos para adaptarse a la industria comercial al momento de ejercer la libertad creadora. Me gusta que Dorothy, en algún momento, manda a volar todo: a la industria, a sus amigxs, a la figura famosa y exitosa aceptada por la norma —Xena Lodan— su madre y sobre todo los miedos y dudas que le aquejan todo el tiempo. Por algo Dorothy exclama: Vouz m’aimez pas? Je vous aime pas non plus.

Una polémica hace poco.

Pocas cosas puedo lamentar sobre Langlois. Una es que aún no haya hecho un largometraje, pero esto lo digo con completa ignorancia de sus motivaciones; a lo mejor Langlois y el cortometraje es, guardando las debidas proporciones y relaciones, como Borges y su relación con el cuento. De Mubi lamento que sólo me haya permitido ver sólo dos piezas de toda su obra. De este texto lamento no haber podido anotar la experiencia personal de mi tía al ver estas películas, ya que el COVID-19 me la arrebató.

Después de ver los dos cortometrajes, fui a buscar entrevistas sobre Langlois y su postura sobre el cine queer. En algún momento, sus lanzallamas a Xavier Dolan, me hicieron recordar lo que sucedió en el panorama literario internacional cuando se libró la controversia si darle o no el premio Sor Juana Inés de la Cruz a la argentina Camila Sosa Villada, por no ser una mujer de nacimiento: hay quien la acusó de robarle espacio a las pocas mujeres que hay escribiendo en Hispanoamérica. Sin embargo, Las Malas (Tusquets, 2019) novela con que Sosa Villada ganó dicho premio, es una novela fabulosa e impecable que aborda desde el dolor, la rabia y la sátira los menesteres de la vida cotidiana de un grupo de personas queer que se prostituyen en el Parque Sarmiento y que a pesar de todas las adjudicaciones monstruosas que les endilga la sociedad que contrata sus servicios sexuales, terminan criando con ternura y amor a un bebé que encuentran abandonado en un basurero y al que llaman El Brillo de Los Ojos. La novela explora con honestidad esta misma rabia que Langlois vierte en sus cortos y entrevistas sobre la diferencia y la siempre sistemática opresión a la que se enfrenta la comunidad LGBTI todos los días y que por muy conscientes y empáticos que seamos algunos heterosexuales, jamás será parte de nuestra cotidianeidad. 

Estos cortometrajes de Langlois que tienen que ver sí o sí, me parecen, entonces, un entramado de respuestas inteligentes y rabiosas impregnadas del ímpetu que un tigre da un zarpazo, contra el sistema cisgénero y sus perpetradores. Un sistema que, aún en pleno siglo XXI, todavía impide que las personas disfruten ser quiénes son en plenitud, incluso en los círculos menos conservadores y progresistas, y ya ni decir de los propios espacios seguros que ellos, como comunidad, también han creado.

Juan Eduardo Mateos Flores (Veracruz, 1991) es narrador. Reguero de Cadáveres (Los libros del perro, 2021) es su primer libro, el cual aborda la violencia del puerto de Veracruz desde su vilipendiada zona norte. Actualmente se gana la vida recomendando libros en Librería Mar Adentro.

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