Sábado 31 de julio, 2021.
Nuestros ojos están situados horizontalmente en nuestro rostro y la visión que tenemos del mundo se ha acoplado, evolutivamente, a una visión panorámica. Sin embargo, cuando se trata de representar la realidad o de recrear a partir de ella un momento en el espacio y el tiempo, es menester del creador ocupar los recursos estilísticos que permitan comprender mejor nuestra historia.
En el cine, un formato horizontal es capaz de transmitir diversas sensaciones y emociones gracias a la lógica que permiten los fundamentos del diseño; las relaciones de tamaño, contraste, volumen, las líneas o la forma permitirán un lenguaje legible si se usan correctamente.
Si componer se trata de disponer de los objetos armónicamente dentro de una imagen, la relación de aspecto afectará directamente la forma en la que estos se relacionan entre sí, cambiando el sentido de una escena, tal como sucede en Mommy (2014) del director canadiense Xavier Dolan. Esta espectacular y controvertida cinta ganó el premio del jurado en el festival de Cannes compartido con Jean Luc Godard, otro cineasta cuyo lenguaje cinematográfico le ha valido un reconocimiento colosal.
En Mommy, un drama indie que acompaña a Diane Deprés (Anne Dorval) una madre de 45 años por la vuelta al reclusorio en el que su hijo Steve (Antoine Olivier Pilon) solía pasar sus días hasta que intentó incendiar una cafetería y un menor de edad sufrió quemaduras graves. La situación envuelve fuertemente a ambos al mismo tiempo que el recurso narrativo más notorio de esta película los atrapa físicamente; la relación de aspecto. La proporción que Dolan eligió, 1×1, fue usada de manera premeditada para mostrar el encierro que experimentaban las vidas de estos dos personajes tan peculiarmente violentos e inestables como cariñosos y melifluos. Su situación, más volátil que inestable, es reorganizada cuando conocen a Kyla (Suzanne Clément) una maestra que acaba de mudarse por el trabajo de su esposo desde Quebec y que además sufre un problema del lenguaje que le ha impedido trabajar ya por dos años. Steve queda fascinado por su actitud tímida y rápidamente se da a la tarea de acaparar toda su atención.
Kyla termina siendo su maestra perticular mientras Diane se gana la vida. Las tensiones se suavizan, la experiencia de Steve con su entorno comienza a manifestarse en sus capacidades de atención y aprendizaje, y Kyla se permite un poco de la excesiva extroversión de su nuevo alumno. Llega entonces uno de los momentos más icónicos del cine indie; mientras pasean todos juntos por una calle del vecindario, Kyla y Diane en bicicletas y Steve en su longboard, de brazos abiertos como un ave que se estira luego de su larga estancia en una jaula. Wonderwall de Oasis suena de fondo y una inesperada acción que si bien no rompe la cuarta pared, plantea una interacción con el formato pues Steve acerca sus manos a los bordes del cuadro y lo empuja con fervor a los costados. El cuadro se abre y por fin respiramos junto con ellos, junto con la esperanza, en un formato panorámico que marca un punto de partida para el cambio.
Un uso brillante del formato plantea múltiples posibilidades. Posibilidades que permiten pensar nuestras historias de maneras diferentes, como la llegada, por ejemplo, del formato vertical de los teléfonos inteligentes que ha dado paso a que el contenido consumido encuentre nuevas posibilidades como la publicidad que planteó Apple con su propuesta Vertical Cinema por Damien Chazelle.
Existen probablemente docenas de concursos que instan a los participantes a hacer uso del formato vertical para contar sus historias de maneras innovadoras. Hoy en día, las posibilidades rompen la barrera de lo tradicional. El futuro es VERTICAL.
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